martes, 18 de noviembre de 2008

el muerto es un vivo

He recordado en estos días de frio y nieblas matinales algun que otro
cuento o sucedidos de cuando entonces. Uno de ellos me viene a la
memoria pues lo oí en varias ocasiones a Adela Rosa, la viuda del
farmaceutico de Martos, la chacha Adela, como me indicaba mi tita Nati
que la llamara. Y con el pie forzado que nos dio hace semanas don
Sap, tal cual lo traslado al foro como lo recuerdo y así cumplo con el
yuyutale de tinieblas y difuntos.
“El coche de línea que unía --es un escribir-- Jaén con Martos, el de
Ureña para entendernos, además de tener tres clases habilitaba para la
tercera una opción dado el escaso numero de plazas. Era viajar en la
baca, junto a maletas, bultos, cestas y hasta un par de gallinas
atadas por las patas a la barandilla. La familia de Juanito Contreras,
que quería dar boato al entierro del abuelo encargó a la funeraria “la
verdad” de Jaén un lujoso féretro, una caja con incrustaciones de
limoncillo y una gran cruz sobre la tapa. El problema de llevarlo
hasta Martos era la prisa y Ureña se comprometió hacerlo en el día,
pero en el coche de la tarde. Invierno, lluvia, frío y en Torrecampo
un viajero ante la disyuntiva de viajar o no viajar, se subió a la
baca y se guarneció dentro de la caja del muerto. Nada que le
impresionara, que acababa de salir del campo de concentración de
Miranda de Ebro y se las había visto más que gordas tanto en Brunete
como en el Ebro. Pero eso es otra historia. En Torredonjimeno un par
de viajeros que iban hasta Martos buscando trabajo en la aceituna allá
por los pagos de Tramblin, tambien suben a la baca. Un poco moscas sí
que iban con la caja del muerto como compañía, pero llegando a la
Fuente Nueva, oyen una voz que venía desde el fondo de féretro:
--”¿ ha parado de llover?”.
La caída desde la baca hasta el suelo delante del cine de
Trepaltares, revuelo, suspendida la sesión justo cuando los
espectadores masculinos esperaban la escena donde Jane en compañia de
Tarzán se bañaba con un sucinto “tapaeso”, que no rabo sino lo
opuesto. Y don Rufino certifica la muerte de los dos pero sin
diagnosticar si la causa fué el susto o el golpazo contra el
empedrado. Del ocupante circunstancial de la caja nunca más se supo.
Por la memoria, Lope de Sosa

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