Está dedicado a mí y se desprende del texto pues falté a la cita
anual JAEN o publicó a página con
fotografía de JESUS NAZARENO
SAL A VERLO
Juan M. Molina Damiani
Ya se apuraron las copas. El sol sigue arriba, solo, más huraño y
gigantesco que nunca, como una nave industrial abandonada. Mira la
resurrección del cansancio, la alegría donde se enfangan los lirios,
su primavera, el silencio, las sombras que deposita en su mañana esta
luz. Suyo, compacto en su trance, cumplida ya su estación, vuelve a la
calle el cortejo. Llaman a este viernes Santo. Desde el pasado
regresa, igual que tú,(1) para hacerse de este presente futuro, para
que sientas memoria y deseo confundidos, porque hoy y siempre serán
inexactas las palabras olvido y desolación. Cucharillas, cucharones...
Abril es el mes más cruel: hace suyas las gargantas de las ciudades
que escoge, se bebe su propia sangre, te parte como si fueras una
tulipa o un hueso. Mil novecie. ntos cuarenta y tantos. Tú ya no vives
aquí. Quieres santiguarte viéndolo llegar. También cuando se marcha,
suspenso, atravesado, camino de la calle Maestra. En voz baja,
balbuceando, puro, partido por la mitad, desde la sombrerería rezas
entonces un viva que te deslacra el aliento. El aire de la mañana
deletrea un monosílabo, clásico como un cadáver: los Viernes Santo son
días inacabado s y antiguos. Cucharillas, cucharones. De dos a dos:
sal a verlo... No tienes claro qué ocurre: lo que sientes no es
nostalgia por lo que sabes perdido sino de eso a lo que ahora de nuevo
estás renunciando. A su luz de madrugada acabas de verla muerta. Te lo
cuentan cincuenta años después, otro Viernes Santo, los duendes y
sacristanes de aquella sombrerería, el penúltimo refugio de Primitivo
y Matilde, de Arévalo -don Fernando- y de Coro Arruabarrena (2). El
pasado nunca puede cogerse: a lo sumo asoma casual, de forma
imprevista, si le encarta, cuando quiere, hecho mixtos, instantáneo:
el pasado es una gárgola que te mira hasta los límites sin que tú te
des ni cuenta. Cucharillas, cucharones. De dos a dos: sal a verlo: vas
a verte en su mirada... Aparece el mediodía. Todo sigue ahora el curso
de su origen y transcurre. Nunca termina el pasado: su agonía es
permanente: el tiempo no cura nada. Querrías recuperar lo que acaso no
tuviste, lo que dentro de muy poco continuará degradándose. Hoy todos
somos ese hombre del escobón y el badil -míralo ahí, solo, tras los
romanos a caballo, en la Plaza de la Audiencia- que limpia nuestro
excremento, su imperfecto resplandor, esta sucesión de imágenes, estos
recuerdos ocultos que nunca hubieras creído que tu memoria guardara.
Es tan tuyo que podrás olvidarlo pero nunca, ay, dejarás de sentirlo.
Cucharillas, cucharones. De dos a dos: sal a verlo: vas a ver en su
mirada por qué le dicen Abuelo.
( 1) o sea, yo
(2) mi "santa"
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jueves, 4 de octubre de 2007
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